Bolivia llegó a esta encrucijada siguiendo, entre otras, dos demandas del pueblo que era necesario encausar a través de la Asamblea Constituyente. La necesidad de inclusión social, por un lado, y la demanda de desarrollo económico, por el otro. Ambas son demandas completamente legítimas y creo que nadie niega que esto sea verdad, sin embargo estoy notando últimamente que en ciertas esferas se comienza a ver estas dos demandas como contrapuestas y antagónicas. Como si fuera la clásica dicotomía entre la burguesía y el proletariado.
Y hoy, los medios y la crispada realidad nos llevan a pensar que tenemos que elegir entre si queremos inclusión social para todos o queremos desarrollo para nuestra comunidad. Porque presiento que eso encarnan los dos bloques de actores sociales de nuestro país: el Presidente Morales y su equipo embanderando la inclusión social de los indígenas y de los pobres y los Prefectos y cívicos de la media luna embanderando el desarrollo económico que significa la autonomía. No entiendo. He buscado por todos los rincones el motivo para pesar que son demandas antagónicas e irreconciliables, más bien a cada instante reafirmo que son absolutamente complementarias y necesario que lo sean.
He pensando que puede ser la lucha simbólica, la lucha que siempre tiene un vencedor y un vencido, por la demanda que es moralmente y políticamente más correcta. O quizás es puro deseo y ambición de poder. Pero están jugando con fuego, un fuego que una vez se prende no se apaga fácilmente, sino pregúntele a Goni o a Mesa, o a De la Rua, o a Fujimori. Este fuego es parte de ese proceso irreversible de democratización y aumento del interés de la población en los asuntos políticos, es un momento de quiebre, es parir un nuevo pueblo.
Estos son tiempos de cambio, esto es claro y ya no hay vuelta atrás. El pueblo nuevo ha comenzado a nacer y no volverá a ser el mismo de antes jamás. Eso no se va a poder cambiar. Es un pueblo desconcertado y desilusionado porque le dio la oportunidad a gente nueva que lo está defraudando, es también un pueblo preocupado por el futuro.
El pueblo no es idiota. Sentencio. No lo menosprecien, no jueguen con su inteligencia. Pareciera que algunos están pensando que van logrando el crimen perfecto, sin dejar pruebas, sin dejar rastros. ¡Mucho ojo! siempre hay una cámara de seguridad vigilándolos: se llama el soberano (para los más poetas), se llama el pueblo (para los más simplistas), se llama accountability (para los más teóricos), se llama responsabilidad (para todos).
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